¿Soy una víctima, un verdug@ o dueñ@ de mi vida?
Hay demasiadas personas que se sienten víctimas de su propio destino, de la vida, e incluso, de “malas” personas. Suelen pensar que no pueden hacer nada para cambiar su vida, que no pueden evitar sufrir… cuando en realidad las personas tenemos el verdadero control.
Claro que el entorno y la propia interacción social nos puede afectar, pero el gran poder es interno. El hecho de ser consciente de ésto, es un rasgo de personalidad llamado “locus de control”, es decir, la percepción que tiene una persona sobre las causas de lo que pasa en su vida. Este concepto es importante, ya que si una persona piensa que lo que ocurre a su alrededor no depende de él, es posible que no actúe para cambiarlo.
Existen dos extremos del continuo “locus de control interno” y “locus de control externo”:
- Locus de control interno (DUEÑO O VERDUGO): la persona percibe que los eventos o sucesos ocurridos son principalmente como efecto de sus propias acciones, es decir la persona valora positivamente el esfuerzo, la habilidad y la responsabilidad personal. Sin embargo, esta percepción debe basarse en un análisis realista del binomio acción-reacción, ya que hay personas que lo llevan al extremo y podrían culparse de todas las situaciones desastrosas que ocurran en su vida.
- Locus de control externo (VÍCTIMA): la persona percibe que los eventos o sucesos ocurridos son principalmente como resultado del azar, el destino, la suerte o el poder y decisiones de otros. Así, los eventos no tienen relación con el propio desempeño, es decir que los eventos no pueden ser controlados por el propio esfuerzo. Tal persona se caracteriza por atribuir méritos y responsabilidades principalmente a otras personas.
La sensación de no poder controlar un evento genera frecuentemente un estado de paralización que inhabilita a las personas para alcanzar las metas propuestas, e incluso se puede dar el fenómeno de la indefensión aprendida, lo que lleva a la persona inhibirse ante situaciones aversivas o dolorosas porque las conductas para evitarlo no han sido fructíferas, terminando por desarrollar pasividad, al percibir que no puede hacer nada para cambiar una situación negativa a pesar de que existan posibilidades reales para el cambio.
Un ejemplo muy claro lo encontramos en los niños, que atribuyen los éxitos o fracasos a su propia conveniencia, diciendo “me han suspendido” cuando tienen un mal resultado en un examen (locus de control externo) y diciendo “he aprobado” cuando el resultado es deseable (locus de control interno). Es una manera muy inteligente, aunque distorsionada de atribuirse a uno mismo los logros y evitar hacerse responsable de los fracasos. Dependiendo de la situación podemos percibir que tenemos éxitos o fracasos debidos al esfuerzo personal, la propia valía, nuestra inteligencia, o nuestras destrezas y habilidades (factores internos) o a factores externos como la gran dificultad de la tarea, la suerte, o la influencia de otras personas. Que pensemos una cosa u otra determinará si nos vemos capaces de controlar nuestra vida.
Tener un locus de control interno nos beneficia, cuando el análisis es realista. Cómo por ejemplo:
- Nos hace responsables de nuestra propia vida y nos capacita para luchar por lo que queremos
- Nos obliga a asumir errores y aprender de ellos
- Tenemos sensación de logro cuando conseguimos nuestros objetivos
- Nos da el control sobre nuestra vida
- A medida que asumimos logros nos mejora la autoestima
- A medida que asumimos errores nos hace ser humildes i capaces para aprender