La Psicología General
a) A nivel de prevención primaria, programas de intervención en distintos ámbitos encaminados a la educación para la salud: hábitos alimentarios sanos, prevención del tabaquismo y del abuso de alcohol y drogas, habilidades sociales, estrategias de afrontamiento y control de impulsos o de mejora de la autoestima.
b) A nivel de prevención secundaria, apoyo psicológico a pacientes que no saben hacer frente a su malestar emocional y que todavía no han desarrollado un trastorno mental: crisis de ansiedad, consumo excesivo de alcohol o drogas, intervención en crisis tras una pérdida afectiva o un suceso traumático, apoyo psicológico a personas que sufren por un conflicto o una ruptura de pareja o que están viviendo un proceso de divorcio difícil o a aquellas personas que se sienten sobrepasadas en sus recursos psicológicos para hacer frente a los conflictos laborales, a la educación de sus hijos o al cambio de valores culturales; además de proporcionar información y psicoeducación básica y fomentar habilidades de solución de problemas. Otra vía de actuación es intervenir en los problemas psicológicos y en las pautas de comportamiento necesarias en el caso de las enfermedades médicas con implicaciones psicológicas, tales como la obesidad, la epilepsia, las migrañas, las enfermedades reumáticas, la diabetes o la hipertensión. Asimismo establecer hábitos de vida sanos en los enfermos crónicos, hacer frente a una enfermedad parcialmente invalidante, plantar cara al dolor crónico o convivir con personas con demencia o grandes dependientes puede hacer aconsejable un apoyo psicológico explícito y organizado.
c) A nivel de prevención terciaria, los programas de rehabilitación psicológica cardiovascular en pacientes que han tenido una crisis cardíaca o de apoyo psicológico para mejorar la calidad de vida y el bienestar emocional de quienes tienen problemas de infertilidad, sufren o han sufrido de cáncer, han sido trasplantados o han tenido complicaciones médicas y largos períodos de hospitalización.
d) A nivel de prevención cuaternaria, se trata de reducir o eliminar las consecuencias de las intervenciones innecesarias o excesivas del sistema sanitario y, en último término, de evitar la etiquetación de supuestas nuevas enfermedades, el sobrediagnóstico de trastornos establecidos (como en el caso del déficit de atención con hiperactividad) o el sobretratamiento de personas que tienen meras dificultades adaptativas (como en el caso del duelo).
Además, en el ámbito de la infancia y de la adolescencia, el psicólogo general sanitario podría crear escuelas de padres que enseñen, por ejemplo, pautas de actuación en la crianza de niños temperamentalmente difíciles o con dificultades conductuales, que faciliten el aprendizaje de hábitos adaptativos en el ámbito del sueño, de la alimentación o del control de esfínteres y que sugieran un manejo adecuado de los berrinches y rabietas, de los miedos infantiles o de las dificultades de adaptación y aprendizaje en la escuela. También se puede prestar apoyo en los procesos de adopción y reagrupación familiar. Por lo que se refiere a la adolescencia, el psicólogo general sanitario podría suponer un papel de apoyo, en los casos necesarios, ante las primeras relaciones sexuales y afectivas, los cambios corporales y de imagen de la pubertad, los primeros consumos de alcohol y drogas y el uso de las nuevas tecnologías.
En definitiva, si se detectan y diagnostican trastornos mentales propiamente dichos, debe derivarse a los pacientes a los psicólogos clínicos y a los psiquiatras, que tienen funciones bien delimitadas en este ámbito. Pero la demanda de la población hacia los psicólogos sanitarios va mucho más allá que el ámbito estrecho de los trastornos mentales. No todas las personas presentan trastornos, sino que en muchas ocasiones aparecen dificultades puntuales que, al no ser atendidas o serlo tardíamente o sólo con psicofármacos, se convierten en trastornos.